> Ilustración de Rata Salada para Revista (Des) Cartable

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Enseñanza artística en Nicaragua:

entre el marketing y las “Bellas Artes”

Por miranda

El papel social de las artes históricamente se impone “desde arriba”. Esta posición y sus expectativas sobre las artes las notamos dentro del pensum educativo, en la academia de las “Bellas Artes”, implícitamente entre las líneas oficiales de un Gobierno o directamente como estrategia de marketing de la empresa privada. Estas disciplinas ofrecen distintas lógicas, racionalidades y modelos educativos que determinan lo que es y lo que debería de ser el arte. Para el caso de Nicaragua, específicamente nos preguntamos: ¿Qué lógicas institucionales sustentan el arte en Nicaragua? ¿Cómo se enseñan y cuál es la relación entre las artes y la creatividad? ¿Quiénes se benefician? y ¿Qué se pierde tras la imposición de estos modelos?

Socialmente, se internalizan dos concepciones burguesas del arte. La primera define al arte como una práctica creativa elaborada por genios artísticos que tienen un “don” especial y creativo. Estos genios talentosos (en su mayoría hombres) a veces trastornados y diferentes (con problemas de alcoholismo) se aíslan de la sociedad y producen obras, objetos y pinturas de arte que cambian el mundo. Esta idea sobre el “arte” y el “artista” asume que el arte es algo que solo los pocos elegidos (adinerados) pueden crear, gozar y vivir. Curiosamente, son las personas adineradas las que han podido invertir en materiales, educación, tiempo y recursos en sus carreras de artistas, reconociendo que tienen una red de apoyo económico por si fracasan. En fin, esta concepción funciona para separar a las personas con “talento” del resto del pueblo común, así se promueve la  educación de las artes como un oficio privilegiado e inaccesible para todo el cuerpo estudiantil.

La segunda concepción involucra a las Bellas Artes en general, a como son descritas por el canon, como una esfera autónoma y sagrada, separada de la sociedad que logra casi mágicamente representar la belleza, lo sublime y lo inarticulable. Esta definición de las artes como una esfera incorruptible asume que no es influenciada por la economía ni la cultura ni las guerras civiles. Como vemos en la mayoría de los pensums académicos o en el pensum de la Escuela Nacional de Artes Plásticas, se estudia un arte ahistórico sin relación con su contexto político, o  siempre privilegiando lo que Raul Quintanilla llama “el imperio del óleo”; o la supremacía de la pintura sobre las miles de otras técnicas, estilos y materias.

En la educación secundaria, la enseñanza del arte está influenciada por estas dos concepciones, y se aproximan al arte como una tradición sin controversias,  decorativa y superficial. Ya que “no todo mundo tiene el talento de ser un artista” o “el arte vive en su propio mundo” se vuelve una materia de segundo plano que no es integral cuando se compara  con la lectura, la ciencia y las matemáticas. Así entonces, la creatividad y las artes no son prioridad dentro de las escuelas, escuelas que enfrentan recortes financieros, salarios bajos, e imposiciones para “estandarizar” la educación bajo exámenes y metas. Aquí obviamente notamos que las escuelas privadas con más capacidad económica pueden invertir en la educación artística y ofrecer, aunque de manera mínima, algunos cursos opcionales sobre historia y práctica en las artes.


En la Universidad, encontramos dos maneras por las cuales se piensan las artes. Arte como Estética, y Arte como creatividad hacia el Diseño. Por una vía, se pueden estudiar en la Escuela Nacional de Artes, bajo un pensum que replica la preconcepción del arte como práctica profesional aislada, producida por un cierto talento. En donde se prioriza la lectura incuestionable de la historia del “canon artístico” y la práctica solitaria en el “estudio” del artista que aisladamente perfecciona su labor de crear obras bellas, principalmente de pinturas sobre óleo, o esculturas. Es importante destacar que la Escuela Nacional de Artes es financiada estatalmente, lo que significa que cae bajo la lógica nacional-gubernamental en donde solo se valora el arte si este glorifica una narrativa preestablecida de celebrar la Nación y el proyecto estatal. En otras palabras solo se invertirá en artistas que puedan celebrar el proyecto estatal y sus mitos fundacionales que todos conocemos: la Revolución, Ruben Dario, Sandino, fiestas y símbolos patrios, etc.

La segunda vía que se puede tomar en la Universidad es a través del estudio del arte, la estética y el diseño bajo la sombra del emprendedurismo, diseño gráfico, publicidad, comunicación y el marketing. Aquí el estudio de la estética (la teoría del color, las proporciones, materiales, tipografía, composición) es liderado por la racionalidad de la empresa privada y el capital. Se celebra la expresión artística si esta demuestra una capacidad para cautivar a los consumidores, embellecer productos y crear tendencias comerciales. El arte y la creatividad se ven como “soluciones” a la falta de interés del público sobre un producto, mercado, o servicio. Específicamente, las agencias de comunicación, publicidad y marketing tienen el poder de imponer tendencias estéticas que directamente influyen en la ideología e identidad de los consumidores.  Es curioso que muchos marketineros se piensen ellxs mismos como artistas, y justifiquen su labor como  un  “trabajo creativo”, pero en este caso la práctica artística se encuentra vacía de experiencias críticas, sublimes o transformadoras. Y en cambio logran decorar y embellecer al capitalismo. En esta vía, la enseñanza de las artes está delimitada a satisfacer las expectativas del mercado y la industria freelance, capitalizando a una generación joven que busca expresarse creativamente y emprender.

Lo que podemos comenzar a construir

Todo proceso de enseñanza debe de ser un proceso crítico. Aprendemos a través de la crítica y el cuestionamiento colectivo de las disciplinas-en-sí. En las artes, la crítica es fundacional y la mejor manera de incentivar una cultura de aprendizaje es creando instituciones de crítica. Raul Quintanilla en su colección de ensayos Zona de Turbulencia, desde 1986 viene reflexionando sobre las artes contemporáneas en Nicaragua y menciona la perpetua necesidad de espacios de crítica para así poder para pensar sobre el arte, la  escena, pero también para crear una cultura y un estándar que valore las artes y entienda cómo aproximarse a la acción creativa.[1] Entonces, para poder garantizar y construir una escena artística en Nicaragua, tenemos que comenzar por la crítica. Podemos comenzar tomando inspiración y celebrando lo que ha existido y otorgarle valor a todos los pocos espacios de formación y reflexión. Espira La Espora emerge como un ejemplo excepcional, pero desafortunadamente ha cerrado sus puertas. Espacios autónomos a los márgenes de las lógicas de ONG también vienen y van, como vimos con la galería comunitaria Mácula, el Centro Cultural La Rizoma, la Revista Artefacto, las residencias de Arte RAPACES, Casa Cu4tro, talleres de grabado y muchos otros. Necesitamos partir de esta pluralidad de instituciones de arte, y profundizar en su autonomía, su relación con las comunidades y autogestionar talleres, capacitaciones, círculos de estudio, exposiciones, cursos, intercambios accesibles e intencionales.

Necesitamos instituciones del arte que nos inviten a reflexionar sobre la institucionalidad misma del arte. Para así crear un movimiento introspectivo y autocrítico que empodere a cambiar los marcos institucionales, para darnos la capacidad de reaccionar a la pobreza, a las protestas y la corrupción. También para poder comprender las tendencias comerciales en el arte y cómo estas afectan la educación y la calidad de las obras. Esta fuerza se gana a través de la autonomía, la crítica y la experimentación, excluyendo las tendencias sectarias, empresariales, gubernamentales y clasistas de las instituciones existentes.  Para así crear nuestra propia infraestructura cultural que responda las necesidades inmediatas y locales no a tendencias artificiales.

Finalmente, re-pensar la educación en las artes involucra investigar lo que significa la “enseñanza”. De nada sirve recaer en las relaciones jerárquicas entre alumnos y maestros, entre expertos y súbditos que repliquen las concepciones burguesas del arte. Más bien hay que crear un pedagogía colectiva que sitúe las artes como una expresión estética popular y experimental, para situar las artes como medio fundamental e interconectado con el presente. Esta infraestructura que lentamente construiremos logrará proponer un arte comunitario “desde abajo”, así amenazando la historia universal del arte para el bien de la humanidad.

[1] Quintanilla Armijo, Raúl Zona de turbulencia: Arte en Nicaragua, de la revolución al neoliberalismo / Raúl Quintanilla Armijo ; editado por Miguel A. López. — 1a ed. — San José, Costa Rica: TEOR/éTica, 2018.