Reportaje
15 Mar 2022

El potencial de la remembranza feminista

“Pero de ellas perdura una hebra sutil
un hilo ciego que sin saberlo
nos hace crecer y despertarnos en la noche
con unas ganas inmensas de vivir
de derribar todos los muros
de desafiar todas las hogueras
así como de amar y de pulsar
todas
toditas las guitarras de la tierra.” 1

Arte por Suricat para Revista (Des)Cartable

En Nicaragua atravesamos un presente histórico atosigado por el autoritarismo, la represión, la persecución, la tortura, la violencia patriarcal, la violencia racista, clasista y la maquinaria retorcida de ‘verdad’ que día a día ejecuta el régimen para su minoría simpatizante. Es en grande simbólico que en este momento se encuentren privadas de su libertad mujeres feministas, con amplias trayectorias de lucha y resistencia frente al grupo político/criminal que hoy nos somete bajo su estrategia de dominación militar – policial. Dora María Téllez, Violeta Granera, Tamara Dávila, Ana Margarita Vijil y Suyen Barahona, luchadoras comprometidas con la democratización del país y la erradicación del machismo, resisten dentro de las inhumanas condiciones de sus celdas; el aporte de estas mujeres debe ser repasado y reconocido, en un ejercicio de memoria que nos permita situar el gravísimo contexto sociopolítico en que se enmarca la lucha de las mujeres nicaragüenses contra el patriarcado y las herramientas de rebeldía que desde ahí se han construido. 

Surge así la necesidad de ejercitar la memoria de resistencia de los colectivos, movimientos y agrupaciones feministas y de mujeres en Nicaragua. En una América latina donde se alcanzan grandes logros históricos como el derecho y la despenalización del aborto, pero también se otrerizan (e incluso violentan) las luchas de mujeres indígenas, campesinas, migrantes y trans; es importante repasar las particularidades de nuestro espacio tiempo y revisitar nuestro pasado de insurgencia para crear instrumentos, métodologías y salidas verdaderamente transformadoras frente al sistema. El camino de la remembranza puede dirigirnos hacia una autoconciencia de nuestra territorialidad, además de aportar a la reconstrucción de los relatos que han sido históricamente silenciados por el discurso hegemónico de los grupos de poder. 

En los últimos años las plataformas digitales han reconfigurado las estrategias de comunicación a través de las cuales, las redes feministas han articulado sus retaguardias frente al sistema. Esta realidad -si bien por un lado facilitó y agilizó los encuentros y la circulación de la información- ha proyectado una idea bastante distorsionada de cómo se desarrollan los procesos de colectivización y cómo se ejerce el trabajo político desde los feminismos, al punto de que cualquier influencer con un alto número de seguidores se autodenomina bajo categorías de liderazgo, cuando nunca ha hecho trabajo organizacional. Además, la popularización del feminismo auspiciado por el marketing de la industria del entretenimiento (pop, televisión, streamings, cine comercial, moda, etc) ha promovido la falsa creencia de que estxs influencers con determinada cantidad de seguidorxs (orgánicos e inorgánicos) tienen la legitimidad para emitir un discurso, sin que este sea cuestionado. Aquí nos encontramos frente a una situación bastante problemática, si bien es cierto que en el pasado los feminismos elitistas descartaron o marginaron las luchas de ‘otras’ mujeres (indígenas, afrodescendientes, orientales, trans, campesinas), también es verdad que los espacios de la tradición2 señalan las enormes brechas que se abrieron a pesar de los múltiples obstáculos del patriarcado. Y al mismo tiempo, los espacios de la tradición nos reflejan los cientos de errores cometidos en nombre de las luchas sociales y políticas. 

Pero pensar y repensar la tradición se ha convertido en una tarea complicadísima, cuando las redes sociales implican formas de interacción y vinculación regidas por la fugacidad. Las opiniones emitidas desde un espacio digital poseen tempranas fechas de caducidad/olvido, es simplemente imposible retener la enorme cantidad de datos/discursividades que día a día circulan en twitter, instagram y facebook. 

El cortoplacismo condiciona nuestras formas de comunicación y relacionamiento ¿cómo crear un contrapeso a este aceleramiento de las interacciones sociales? 

La inmediatez generada por la sobre saturación de los medios, el marketing y el aceleramiento de las dinámicas de producción capitalistas; han generado imaginarios individualistas donde los ciudadanos somos ‘protagonistas’ de supuestas ‘revoluciones personales’, en las que la importancia de la colectividad queda anulada. Desde estos imaginarios es que interiorizamos una idea lineal de que el pasado no tiene importancia y a lo único que debemos prestar atención es al presente para el futuro: la innovación en clave de progreso. 

Junto a la enorme dificultad de pensar y repensar la tradición, se hace necesario situar que vivimos en un país donde el olvido se ha instaurado como método eficaz, de quienes llegan al poder y quieren imponer sus lógicas de acuerdo a sus corruptos e injustos intereses. Sobre esto, la historiadora Margarita Vannini ha explicado de manera muy detallada en su investigación Política y memoria en Nicaragua. Resignificaciones y borraduras en el espacio público ( 2020). Los usos y abusos del pasado para retorcer la realidad y ejercer dominación despótica sobre nuestra sociedad, acompañado de las borraduras tácticas de los relatos oficiales han sido procedimientos fundamentales de la élite política nicaragüense. Tanto las administraciones neoliberales abiertamente conservadoras, como una administración ‘sandinista’ mojigatamente neoliberal y conservadora, han instrumentalizado el pasado y suprimido a su antojo para llevar a cabo sus fines. 

¿Qué tanto hemos interiorizado el ‘borrón y cuenta nueva’ en nuestra forma de pensar y vivir lo político? tal parece ser que nuestra cultura política está profundamente marcada por este ejercicio, que ha sido capaz de colarse a las dinámicas de los movimientos sociales: no se puede corregir lo que no ‘existe’, lo que es silenciado y ocultado a conveniencia de personas o grupos específicos, el Frente Sandinista cometió el error de recortar/borrar su memoria e institucionalizar su ‘historia’ como relato monolítico que no puede/debe ser cuestionado,  valido un camino a la sepultura. 

Para finalizar retomo la idea que señalé en el segundo párrafo de este texto: quizás sea momento de revisitar los andamios de nuestra trayectoria, fortalecer ejercicios de autocrítica y ahondar en una autoconciencia que nos permita construir proyectos de futuro sólidos: la restauración de nuestras utopías.

Citas

[1] Mujeres con guitarra, Ana Ilce Gómez. 

[2] Desde las Ciencias Sociales y la Historia Conceptual existen debates abiertos en torno a esta categoría, sin ánimos de desviar la atención de la idea central del texto, me remito al siguiente planteamiento de María Madrazo Miranda:  “Por un lado, la tradición ha sido considerada como una expresión de la permanencia en el tiempo de una comunidad; en este sentido es una de las formas que asume la memoria colectiva y una generadora de identidad. Pero desde otro punto de vista ese anclaje no es otra cosa que un síntoma evidente de la dificultad de adaptación expedita a los crecientes cambios que exige la vida moderna o el progreso, cuando no, se ha dicho con frecuencia, una mera conjunción de ignorancias y simplezas que en muchos casos reflejan una mente obtusa…Según esto a la tradición hay que obedecerla y hasta reverenciarla, por supuesto en detrimento del espíritu crítico”  (2005: 115).

Referencias

Vannini, M (2020). Política y memoria en Nicaragua. Resignificaciones y borraduras en el espacio público. F&G: Guatemala.

Madrazo Miranda, María (2005). Algunas consideraciones en torno al significado de la tradición. Contribuciones desde Coatepec, núm. 9, julio-diciembre, pp. 115-132