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Son hombres con cabeza de cocodrilo, habitan en Nicaragua desde que existen las leyes y el dinero. Se esconden bajo el agua cuando el río está revuelto y de repente salen a la superficie con los dientes afilados. Hablan inglés, saben de números, tratados internacionales y cheques en blanco. Todos los empresaurios son parte de la misma estirpe, cuidan mucho de no mezclarse con las otras bestias. Cuando hay que matar, matan a sangre fría y no les importa mancharse de sangre hasta la ropa. Le tienen miedo a los espejos y a las aguas cristalinas. Aborrecen los períodos de paz, prefieren apostar todo su dinero a la guerra. Son inmunes ante los ataques de cualquier otra criatura de la política nicaragüense, solo pueden matarse entre ellos mismos.
Mitad coyote, mitad humano. Es la criatura más mentirosa de toda la política nicaragüense, maneja a la perfección las artes del disimulo. Un día es liberal, al otro conservador, después sandinista, somocista o azuliblanco. Nadie conoce su verdadero rostro. Se gana la vida a punta de mentiras, es decir que tranquilamente puede ser un funcionario público, un líder sindical, periodista o diputado. Nunca le da la espalda a nadie. Cuando está bajo amenaza le crecen los colmillos y le sale espuma de rabia por la boca. Es ágil, conoce los ritmos de la calle pero también sabe vestir de traje, usar cubiertos y tomar ron a las rocas para congraciarse con los demás poderosos del país.
Está detrás de todas las muertes políticas en Nicaragua. Es la mano invisible que ha dirigido todos los fusilamientos, las ejecuciones y las torturas que terminan en silencio sepulcral. Aparece siempre por temporadas, unas más largas que otras, y por eso de vez en cuando en las noticias solo se escucha hablar de asesinatos y entierros.
Todos los hilos del poder están amarrados a sus manos. No conoce el sueño profundo, ante cualquier mínimo ruido se levanta en posición de ataque. Le cuesta distinguir entre el día y la noche porque se la pasa adentro de su oficina planeando estrategias para manipular todo lo que pasa en el país. Una sortija de diamante con una gota de sangre es su amuleto, es capaz de sacrificar a sus seres más cercanos para seguir controlando los hilos del poder. Come solo carne cruda una vez cada tanto y se enjuaga la boca con vino importado de Europa. Habla el lenguaje del teatro, de la religión y del odio.
Son adictos al veneno que los mata de manera lenta: el poder político. Por una maldición están atornillados a una silla de cuero, si se levantan de ahí morirían al instante.
Ilustraciones por Atahualpa Quintero para Revista (Des) Cartable
