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5 poemas

Por Arild Hoigjelle

Adivinanza

El Nim cabildea distinto,

dos adornos azules,

me clavan el perfil,

en el occipucio

y saltan entre los serruchos,

para reventar su color,

en una capa anterior al cielo

y anterior a mis ojos,

que se inyectan del arreglo

donde solo cabe ese azul,

con su filo de negro,

y el copete viperino,

que abre esa sombra en la acera 

y calla lo cotidiano.

Parada

Me gustaría pensar que 

entre los infinitos buses de esta terminal

voy montado en el correcto

en el amarillo

el que va a 

                                 Masaya,

                                       Masaya,

                                               Masaya. 

A la Deriva

Me siento solo

solo y sin verbos

sin verbos conjugados

jugado

sin tinta

sin tinta y a tientas

a tientas mis pasos

sin pasos

sin pies

                                      – Sin

Sin mí 

sin palabras

sin mí en las palabras

sin tilde

sin ti.

Peores recuerdos

En Nicaragua el asfalto se combina con sangre

en dos partes iguales

no usamos alambres

respiramos todos los males

nos llenan de comején y enjambres

respiramos sangre en el aire

no usamos máscaras

no usamos reales

no usamos músicos

ni poetas confusos 

tampoco ilustradores o serruchos

los que tenemos alcanzan.

 

Pero.

 

No se mueven los pies si no hay Pasos

no debe haber comandante sin Coroneles

no caben más esquinas sin Cuadras

pareciera que solo alcanzan moteles 

los palos de hojalata y carteles

tapando la luz a los girasoles

que se marchitan viendo la luna.

Zanates Tornasoles

Zanates tornasoles,

como la intención de un pueblo,

que tuestan la ilusión 

bajo un abrasivo gigante,

que en su cenit, 

ocultan lo negro,

en la pena de Azur.

 

Anquilosados no volaran

sin tu mirada, 

o fuera de tus ojos, 

clavados como otras pupilas

dentro de tus pupilas más grandes

pero menos negras, 

porque la intención tuya 

no podría ocultar nunca

la de tu pueblo,

volará inquieta en algún momento,

como inquieto vuela el zanate

del tendido eléctrico.

 

Azul de mis arreglos, 

mostrate benevolente

para ojos taciturnos,

que vuele la intención del pueblo

y le deje un hueco al solferino,

y que no se pierda entre los pericos,

que tampoco los siga hacia los volcanes,

ni que se emborrachen de sulfuro y azufre.

 

Que vuele la intención del pueblo

como zanates tornasoles,

sin atraer la mirada de los cazadores

de coraciiformes,

y que zurzan la esperanza,

pluma a pluma,

que imiten a los mirlos,

para que se piense que los haya,

pero que lleven la intención

parapetada en el arreglo seguro

de sus alas,

donde no entre la luz,

para revelar un negro

bajo,           un negro,

que podría,

a los ojos de alguno,

ser menos negro.

 

¡Qué zurzan! pluma a pluma el cielo,

cierren las heridas del espacio,

para que no caigan los moluscos

por sus huecos,

que hilvanen las mentiras de los pulpos,

que vuelan sosteniendo

las lunas de saturno.

 

¡Qué zurzan! Humildemente,

con su anhelo oculto,

en sus ojos viejos.

 

¡Qué zurzan! ¡Qué zurzan!

El cielo

de Anhelo.