Zanates tornasoles,
como la intención de un pueblo,
que tuestan la ilusión
bajo un abrasivo gigante,
que en su cenit,
ocultan lo negro,
en la pena de Azur.
Anquilosados no volaran
sin tu mirada,
o fuera de tus ojos,
clavados como otras pupilas
dentro de tus pupilas más grandes
pero menos negras,
porque la intención tuya
no podría ocultar nunca
la de tu pueblo,
volará inquieta en algún momento,
como inquieto vuela el zanate
del tendido eléctrico.
Azul de mis arreglos,
mostrate benevolente
para ojos taciturnos,
que vuele la intención del pueblo
y le deje un hueco al solferino,
y que no se pierda entre los pericos,
que tampoco los siga hacia los volcanes,
ni que se emborrachen de sulfuro y azufre.
Que vuele la intención del pueblo
como zanates tornasoles,
sin atraer la mirada de los cazadores
de coraciiformes,
y que zurzan la esperanza,
pluma a pluma,
que imiten a los mirlos,
para que se piense que los haya,
pero que lleven la intención
parapetada en el arreglo seguro
de sus alas,
donde no entre la luz,
para revelar un negro
bajo, un negro,
que podría,
a los ojos de alguno,
ser menos negro.
¡Qué zurzan! pluma a pluma el cielo,
cierren las heridas del espacio,
para que no caigan los moluscos
por sus huecos,
que hilvanen las mentiras de los pulpos,
que vuelan sosteniendo
las lunas de saturno.
¡Qué zurzan! Humildemente,
con su anhelo oculto,
en sus ojos viejos.
¡Qué zurzan! ¡Qué zurzan!
El cielo
de Anhelo.